ECOS
Profesión Temporal
José Miguel Castro Cárdenas
Mayo 13 de 2023
Homilía del Abad Humberto Rincón Fernández OSB.

PRIMERA LECTURA
Llega mi amado, saltando sobre los montes
Lectura del libro del Cantar de los cantares 2, 814
SALMO RESPONSORIAL
Sal 102, 12. 34. 8 y 10 (R/.: 1a)
R/. Bendice, alma mía, al Señor.
EVANGELIO
Vosotros rezad así
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 715
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1. Las lecturas de la Eucaristía de hoy, las escogió el mismo José Miguel. Con ellas quiere no sólo dejar que el Señor le hable una vez más a través de ellas, sino sobre todo comunicarnos su experiencia vocacional como monje benedictino.
La primera está tomada del Cantar de los Cantares. Un libro poético del Antiguo Testamento. Muy importante para los judíos del tiempo de Jesús, y no sé si aún ahora, se leía en la noche de pascua.
Es un poema de amor. No habla de Dios directamente, ni lo nombra siquiera. Pero adquiere todo sentido desde nuestra fe del nuevo testamento. Cuando San Juan quiere dar una especie de definición de quién es Dios, dice: DIOS ES AMOR. Y el que ama ha conocido a Dios. El que no ama, no lo ha conocido. Y ese Dios que es amor, ha llamado a José Miguel a la vida monástica.
Según el poema, ese Dios que ama está muy contento, viene saltando de gozo por entre los montes para encontrase con la persona que ama. Y cuando la encuentra la invita a vivir una relación de amor: ¡Levántate amada mía! Le dice en dos ocasiones en estos pocos versículos.
Lo admirable es que le dice que quiere ver su figura, su hermosa figura, y quiere oír su voz, su dulce voz.
Eso es lo que quiere de ti, querido José Miguel: que te dejes ver de él, continuamente, que le dejes escuchar tu voz en la oración litúrgica y en la oración personal.
Para los familiares y amigos de José Miguel, este día puede parecerles un poco triste: renuncia a la vida que llevaba antes como maestro, como persona independiente, que organizaba su vida a su antojo. Y eso puede tener parte de verdad: hoy José Miguel hace una renuncia, pero porque encontró algo mejor. El amor gratuito e incondicional de Dios. Estos primeros años de vida monástica, han sido para él como un noviazgo en el que ha experimentado ese amor y por eso en un acto de confianza hoy da una palabra de honor, hace un voto, de consagrarse a esa persona que lo ama tanto.
2. La respuesta de José Miguel, al llamado del Señor que le manifiesta su amor, está bien expresada en el salmo responsorial que él escogió: el salmo 102, “Bendice alma mía al Señor”. Quiere hoy bendecirlo por tanto amor y misericordia con todo su ser, quiere guardar memoria siempre de todos los beneficios, de todo lo que Él ha hecho a lo largo de su vida hasta hoy que le permite hacer la profesión de votos en esta comunidad monástica.
3. Y como expresión de lo que quiere ser su vida monástica, escogió la enseñanza del Padre Nuestro, como evangelio de esta Misa de profesión.
No se trata de usar muchas palabras, de hablar mucho. Se trata ante todo de una actitud: la de vivir como hijo confiado en un Padre amoroso que sabe todo lo que necesita. Vivir como hijo, como hermano de los demás hijos de ese Padre Bueno y misericordioso que está dispuesto a perdonarnos siempre y que de alguna manera, espera que vivamos en esa actitud generosa de perdón de unos a otros. Buena síntesis, también de lo que es la vida monástica, de lo que es la vida cristiana, la vida comunitaria.
4. Demos gracias al Señor por este regalo que hace hoy a nuestro monasterio en la persona de José Miguel. Demos gracias al Señor por su familia que lo formó y educó en la fe cristiana y lo preparó para vivir este momento de su profesión.
Acompañemos a José Miguel con nuestra oración, con el apoyo de nuestra fraternidad y nuestra amistad para que, con la gracia del Señor, pueda llevar a feliz término lo que hoy se propone.
HRF
Guatapé, mayo 13 de 2023
Homilía del Abad Humberto Rincón Fernández OSB.
En la Solemnidad de San Benito
Julio 11 de 2023

1. La liturgia de la Palabra de esta solemnidad nos remite inconscientemente al texto de la Regla que escribió nuestro santo patrono. Podríamos decir, en consecuencia, que no fue nada original. Lo único que hizo fue inspirarse en la Escritura para organizar la vida de los monjes.
2. Me parece que la clave de todo está en la exhortación que hace la Carta a los Colosenses: “Celebrad la Acción de Gracias: la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; …Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados”.
La importancia de esta exhortación, la traduce San Benito con aquello de no anteponer nada a la obra de Dios. La celebración diaria de la Eucaristía, la escucha permanente de la Palabra que llega a hacer morada en nosotros. El celebrar la obra de salvación de Dios con los salmos, los himnos y los cánticos inspirados, despierta en nosotros una respuesta que se traduce en lo que dicen las demás lecturas de hoy:
- El amor incondicional y gratuito de Dios que desencadena la actitud de servicio del Evangelio.
- La misericordia de Dios que nos conduce a tener también entrañas de misericordia, a ser bondadosos, humildes, dulces en el trato, compresivos, a sobrellevarnos mutuamente y perdonarnos, como dirá posteriormente San Benito en el capítulo del buen celo.
- La fidelidad del amor de Dios nos lleva a comprender el temor de Dios, que dice la lectura de los Proverbios, y que no es miedo a él, sino confianza absoluta en él y en su presencia.
Y se alcanza el conocimiento de Dios: la sabiduría, la prudencia, la inteligencia y la sensatez, que San Benito recoge en un solo término: la discreción.
3. El libro de los Proverbios nos habla también de buscar todo esto con la avidez de quien está buscando un tesoro. Que en San Benito se traduce como no anteponer nada al amor de Cristo. Buscar el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se nos dará por añadidura.
4. Demos gracias a Dios por nuestro padre y maestro Benito, por nuestra vocación monástica, y que el celebrar hoy a nuestro santo sea no solo motivo de gloria para Dios y para él, sino sobre todo un llamado fuerte que se nos hace de tomar en serio la riqueza tan grande que supone nuestra fe en Cristo, su Palabra, y los sacramentos en los que se actualiza su acción salvadora. Que al comulgar hoy con el Cuerpo y la Sangre del Señor, cada uno renueve su compromiso de fe bautismal, monástico, matrimonial, de oblato benedictino, estimulados por la palabra y el ejemplo de San Benito. ASÍ SEA.
H.R.F.
Guatapé, julio 11 de 2023
COMENTARIO AL CAPITULO DE LA REGLA
CAPÍTULO LXIII (63 10-18)
“EL ORDEN DE LA COMUNIDAD”

Cuando meditaba este capítulo de la Regla de San Benito, pensaba especialmente en aquellas escenas de la Sagrada Escritura que nos hablan del encuentro. Pero no de cualquier encuentro, sino de los encuentros que se dan entre generaciones totalmente diversas; el encuentro de los ancianos y de los jóvenes. Particularmente pensé en el evangelio de Lucas: Simeón y su encuentro con el niño Jesús y sus padres. Por eso quisiera en esta reflexión, tomar algunos elementos de esta imagen preciosa del evangelista e iluminar este capítulo de la Regla. El encuentro de Simeón y el pequeño Jesús puede ayudarnos a comprender el valor de los ancianos y de los jóvenes en la comunidad monástica. El monasterio es ciertamente un lugar, donde los diálogos entre generaciones tan distintas, puede posibilitar un clima armonioso de aprendizajes, de escucha recíproca, de respeto y búsquedas comunes.
San Lucas describe a Simeón como el hombre que “obedecía a Dios y lo amaba mucho”, en este sentido, los ancianos del monasterio nos han de enseñar mucho de esa fidelidad en la obediencia y el amor a Dios. Una obediencia que sea fruto de la libertad interior. Libertad construida con el paso de los años, la vejez y una ancianidad alegre y gozosa. El monje anciano también debe ser maestro de la caridad y del amor. El amor a Dios que nace de la misericordia. El viejo puede ver la totalidad de la vida, de la historia, por lo tanto, también es testigo del perdón de Dios y de su ternura. La manera de concretar ese amor que viene de Dios nos lo enseña San Benito: “Y los mayores amen a los más jóvenes”.
San Lucas añade algo más sobre Simeón: “vivía esperando que Dios libertara al pueblo de Israel”. Cuanto necesitamos aprender los jóvenes monjes el valor de la vigilancia, la paciencia y la espera. A veces vamos demasiado rápido y queremos hacerlo todo, estar en todo, meternos en todo. Necesitamos llegar a la edad de la reflexión sin prisas. Cada cosa a su tiempo. El salmista nos dirá hoy algo que puede convertirse en plegaria: “me enseñaras el sendero de la vida”. Los ancianos deben enseñarnos a caminar, a dar pasos lentos pero seguros y con prudencia.
Un tercer elemento, quizás el más bello de todos, del que nos habla Lucas, respecto de Simeón, nos dice: “con mis propios ojos he visto al Salvador”. Los ancianos del monasterio nos deben enseñar el valor de mirar y de contemplar en cada hermano un rostro que nos salva. Pero también Simeón nos enseña algo que quizás pasa de inadvertido. El anciano tiene en sus brazos a Jesús y lo reconoce como Salvador. Cada monje es valioso por lo que es, por sus achaques, por sus escasos talentos, por su pasado a veces no tan glorioso, por su santidad y servicio. Tomar en los brazos la fragilidad y la pequeñez de los otros es el arte de la vida cristiana. “Al dirigirse a alguien, nadie llame a otro por su solo nombre”. Nos dice San Benito. Cada encuentro en el monasterio, entre ancianos y jóvenes nos permite reconocer que ese otro que está frente a mí, es ante todo hermano que nos salva. Nos dice San Benito: “dondequiera que se encuentren los hermanos, el menor pida la bendición al mayor”. San Lucas nos dice que Simeón bendijo a la sagrada familia. Los ancianos en esta comunidad monástica deben ser heraldos de la bendición y de las promesas de la salvación. Los jóvenes debemos ser capaces de acoger la fragilidad de los mayores como prueba de las bendiciones de Dios en la propia historia de esta familia monástica. Solo así podremos “adelantarnos para honrarnos unos a otros”.
Hno. Eider Julián Piedra Bernal OSB
Guatapé, agosto 19 de 2023
Homilía del Abad Humberto Rincón Fernández OSB
Profesión del Hno. Eider Julián Piedra Bernal
Septiembre 30 de 2023

LECTURAS
Primera Lectura
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 9b-14
El ángel me habló así:
—«Ven acá, voy a mostrarte a la novia, a la esposa del Cordero». Me transportó en éxtasis a un monte altísimo, y me enseñó la ciudad santa, Jerusalén, que bajaba del cielo, enviada por Dios, trayendo la gloria de Dios.
Brillaba como una piedra preciosa, como jaspe traslúcido.
Tenía una muralla grande y alta y doce puertas custodiadas por doce ángeles, con doce nombres grabados: los nombres de las tribus de Israel.
A oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, y a occidente tres puertas.
La muralla tenía doce basamentos que llevaban doce nombres: los nombres de los apóstoles del Cordero.
Salmo responsorial
Salmo 41
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.
– Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
– Desahogo mi alma conmigo: como marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios entre cantos de jubilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.
– Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte Santo, Hasta tu morada.
– Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.
Evangelio:
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 45-51
En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice:
—«Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».
Natanael le replicó:
—«¿De Nazaret puede salir algo bueno?».
Felipe le contestó:
—«Ven y verás».
Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
—«Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».
Natanael le contesta:
—«¿De qué me conoces?».
Jesús le responde:
—«Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».
Natanael respondió:
—«Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Jesús le contestó:
—«¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees?
Has de ver cosas mayores».
Y le añadió:
—«Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».
HOMILÍA
“PORQUE MIS OJOS HAN VISTO A TU SALVADOR”
(Lc 2. 30)
1. A todos los que recibimos o conocimos la tarjeta de invitación elaborada por el mismo Eider Julián, nos llamó la atención y nos impresionó que hubiera escogido este texto evangélico como lema, o tema, de su profesión. Él con su limitación visual progresiva puede exclamar desde su experiencia de fe, que sus ojos han visto al Salvador. Ya no es una experiencia física, sino espiritual. Ha visto con los ojos de la fe. Y eso es lo que ha tratado de decirnos también con los textos bíblicos que escogió para esta celebración. Todos los textos hablan de esta realidad de ver, por supuesto con los ojos de la fe.
2. “¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?”
Es el balbuceo del salmista, que clama por contemplar a Dios, por verlo.
Y el libro del Apocalipsis describe la experiencia del vidente Juan al ver y contemplar la ciudad de Jerusalén. Llena de luz y de gloria. Un texto que describe la belleza de la gloria de Dios y que tiene que ver con la exclamación del salmista al preguntar: cuándo llegará ese día en que entraré y contemplaré el rostro de Dios.
3. El Evangelista Juan nos describe el encuentro entre Jesús y Natanael. El evangelio nos dice que primero Natanael es llamado por Felipe. Natanael desconfía de Jesús y frente a la desconfianza sincera, Felipe le hace una invitación: “ven y veras”.
Y después del diálogo entre Jesús y Natanael, nace del corazón del maestro una promesa: “veras cosas mayores”.
Hay un detalle muy significativo en esta escena: Jesús ha visto a Natanael. El maestro ha mirado a este hombre. Se ha percatado de que está debajo de una higuera. Ha visto su incredulidad, su desconfianza. Ha visto la sensatez y la nobleza de su corazón, ha mirado sus pensamientos y la totalidad de lo que es. Y con todo eso le ha prometido que verá el cielo abierto.
4. Eider Julián, ha tenido esta experiencia del discípulo: se ha sentido mirado, debajo de su higuera, por los ojos tiernos del maestro que se ha fijado en la fragilidad de su fe y en la aridez de su vida. Sólo Jesús conoce la totalidad de su historia. Y le da gracias, porque lo hace heredero de esa promesa: la de ver cosas mayores.
Como el salmista, pide la luz y la verdad para que lo guíen y pueda dar pasos seguros en su búsqueda de Dios. Y esta tarea, esta obra de Dios, hoy se compromete a realizarla en esta morada de Santa María de la Epifanía, en esta comunidad monástica.
En el corazón de Eider Julián hay un profundo agradecimiento hacia nosotros sus hermanos, que como Felipe, en vez de discutir con él sus torpezas, lo exhortamos y lo invitamos continuamente, con nuestra vida, a abrir los ojos y ver siempre a Jesús en todo: en la liturgia en primer lugar, pero también en el trabajo, en el servicio, en el estudio y en la vida comunitaria.
5. Para nuestra comunidad monástica, hoy es motivo de alegría y acción de gracias la profesión de nuestro hermano. Estamos convencidos de que no será una carga para nosotros: es una riqueza. La diversidad de personas, diferentes por la edad, los años de experiencia monástica, sus dones y carismas y su condición física, su fragilidad, hace que estemos atentos unos de otros y nos contagiemos del testimonio de fe que nos dan. De Eider Julián, admiramos su alegría y buen humor para sobrellevar su limitación visual, el empuje que tiene para salir adelante aprovechando todos los medios a su disposición para seguir viviendo y entregando su vida, y su fe profunda que lo hace vivir con intensidad la liturgia monástica y el canto.
6. Pasemos ahora a la celebración del rito de profesión. Acompañemos a nuestro hermano con nuestra ferviente oración, ofrezcámonos juntos al Señor, en la única ofrenda que es el cuerpo y la sangre de Cristo que vamos a compartir en la comunión.
H.R.F.
Guatapé, septiembre 30 de 2023
U.I.O.G.D.