UN POCO DE HISTORIA:

San Benito y los Benedictinos:
“Hubo un hombre de vida venerable, bendito por gracia y por nombre BENITO”, nacido en la región de Nursia (Italia), hacia el año 480. Fue enviado a Roma por su familia para completar su formación literaria, pero la corrupción de costumbres imprante en la ciudad lo movió a tomar una determinación radical: “Abandonó la casa y lo bienes de su padre, y deseando agradar sólo a Dios, buscó el hábito de la vida monástica”. Se refugió como ermitaño en la región de Subiaco, posteriormente se le fueron agregando algunos discípulos, y con ellos organizó la vida común en varios monasterios.
La segunda etapa de su camino monástico la realizó en Montecasino, a partir del año 529. Este lugar, que había sido centro de culto pagano, se convirtió en monasterio por el trabajo de San Benito y sus monjes. Fue allí, en Montecasino, donde escribió su Regla, después de larga experiencia monacal.
Según San Gregorio Magno, en el libro II de “Los Diálogos” (único escrito de carácter más o menos biográfico que nos ha quedado de San Benito), la Regla es “notable por su discreción y clara en su lenguaje”. Por este motivo se fue imponiendo con el correr de los siglos, por encima de otras reglas monásticas.
San Benito murió a mediados del siglo VI, y fue sepultado en Montecasino en el oratorio de San Juan Bautista que él mismo había construido, junto a la tumba de su hermana Santa Escolástica fallecida poco tiempo antes.
Pablo VI lo declaró Patrono de Europa, solemnidad que se celebra en toda la Iglesia el 11 de julio. La fiesta de su muerte se celebra el 21 de marzo.

La mayoría de los monjes de Occidente vivimos hoy bajo la Regla Benedictina (RB), pero cada monasterio es una familia autónoma e independiente. La historia testifica el surgimiento de agrupaciones de monasterios que, conservando su autonomía, se ayudan y estimulan fraternalmente. Tales agrupaciones suman hoy 19 “congregaciones benedictinas”, unidas a nivel mundial en la ”Confederación Benedictina”. Nuestro monasterio pertenece a la Congregación Sublacense-Casinense, y fue fundado en 1968.
Santa María de la Epifanía
Con las primeras vísperas de la Epifanía, el 5 de enero de 1968 se inició la vida monástica en Santa María de Usme, al sur de la ciudad de Bogotá. 10 monjes, entre profesos solemnes, temporales, novicios y postulantes, constituían el grupo fundador. Procedían del Monasterio de Santa María de la Asunción de Envigado, al sur de la ciudad de Medellín en el departamento de Antioquia.

Se instaló la comunidad en una edificación prestada por las Siervas de Cristo Sacerdote, en su finca San Pedro. Parte de sus terrenos fueron cedidos a los monjes como donación, para levantar allí su monasterio. Durante 9 años permanecieron en la casa prestada por las religiosas, mientras iban construyendo la propia. Finalmente, en diciembre de 1976 pudieron instalarse en el monasterio nuevo.

El crecimiento numérico de la comunidad fue lento. El grupo fundador fue reduciéndose hasta quedar 5 monjes: 3 de origen catalán, profesos solemnes, que habían llegado a Medellín procedentes de Montserrat en España (Lorenzo Ferrer, Prior, Bonifacio Tordera y Martín Canyis) , y 2 colombianos, uno llegado a Usme como profeso temporal (Hno Juan Bautista Londoño) y el otro como postulante (Hno Eduardo Monzon-Aguirre, hoy ermitaño de la comunidad en Piedras Blancas). En 1987, cuando el número de monjes había aumentado ya a la cifra exigida por las Constituciones, y se percibía una buena estabilidad en la marcha de la comunidad, el Monasterio fue erigido Priorato independiente, y se realizó la primera elección de Prior. Fue elegido el P. Lorenzo Ferrer, que había estado al frente de la comunidad desde su fundación ( con algún intervalo breve por enfermedad, en el cual sirvió como Prior el Hno Juan Londoño).
En la visita canónica de febrero de1991, aceptada la renuncia del Prior Lorenzo por edad, fue postulado como nuevo Prior el P. Guillermo Arboleda, el 4 de febrero, confirmado por Rescripto de la Congregación para los religiosos el 18 del mismo mes.
Desde los comienzos de la década de los 80 se empezó a percibir un rápido crecimiento de la ciudad de Bogotá hacia el sur. Las barriadas populares fueron invadiendo las faldas de las montañas que cierran la sabana de Bogotá por este sector sur-oriental. Y muy rápido el monasterio se vio sometido al ruido, a la inseguridad, y , sobre todo, fue objeto de crecientes demandas de atención pastoral y asistencial por parte de los vecinos de los barrios. En la Pascua de 1992 la comunidad tomó la decisión de buscar otro lugar para trasladarse. En el discernimiento se llegó a ver que la presencia de los monjes en el sector, en vez de ser significativa, podría llegar a ser motivo de escándalo, dada la situación de los vecinos pobres y la no acción directa de la comunidad monástica en su favor. La opción contemplativa se mantenía en pié, y no se veía conciliable con una acción pastoral en el sector, asistencia pastoral para la cual tampoco estaba preparada la comunidad.
Después de una larga búsqueda, y de varias propuestas, finalmente el 27 de diciembre de 1994 la comunidad se trasladó a la Diócesis de Sonsón- Rionegro en el departamento de Antioquia. Acogidos fraternalmente por esta Iglesia particular, los monjes nos instalamos en una antigua casa de Encuentros Campesinos ubicada en el sitio Aguas Claras, municipio del Carmen de Viboral, en la carretera que une las ciudades de La Ceja y Rionegro.
El terreno adquirido para el nuevo monasterio se encuentra en el municipio de Guatapé, a 80 kilómetros de la ciudad de Medellín, y a una altura de 2000 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura promedio de 20 grados centígrados. A 4 kilómetros del parque principal de Guatapé se encuentra el monasterio, en la vereda Quebrada-arriba.
En la Solemnidad de San Benito, el 11 de Julio de 1995, se bendijo la primera piedra del monasterio, y en noviembre del mismo año se iniciaron los trabajos de adecuación del terreno y construcción. Para septiembre de 1996 se habían levantado y cubierto ya todas las edificaciones proyectadas (en obra negra), e invertido el dinero disponible, producto de la venta del monasterio anterior de Usme (que fue comprado por una Universidad privada). Desde esta última fecha mencionada se fueron haciendo acabados en las áreas más indispensable para poder habitarlas. La comunidad ha contado también con la ayuda de algunos monasterios hermanos de la Confederación Benedictina, con colaboraciones locales, y con aportes de Instituciones eclesiales extranjeras, para adelantar estos trabajos.
El lugar del nuevo monasterio está rodeado de montañas con bosque natural, de las cuales descienden varios arroyos de aguas cristalinas, que nacen en la propiedad monástica. En el año de 1997 se sembraron 10.000 árboles en algunas áreas bien empinadas, que habían sufrido deforestación en décadas anteriores. Una institución gubernamental prestó su ayuda y asesoría para este trabajo de arborización.
A la hora del diseño y la construcción del nuevo monasterio, se optó por una planta monástica tradicional: Una Iglesia de corte basilical, con su claustro al lado, al cual confluyen las demás dependencias monásticas. El monasterio tiene capacidad para 30 monjes y 8 huéspedes, y cuenta con algunas áreas que permiten acoger grupos más numerosos para la liturgia y para una jornada de silencio y oración.


En la solemnidad de la Epifanía de 1998, domingo 4 de enero, cumpliendo treinta años de camino, la Comunidad monástica, presidida por el Obispo diocesano Flavio Calle, y acompañada por los vecinos de Quebrada-arriba y Guatapé, y numerosos amigos, celebró la acción de gracias en la Iglesia del monasterio, bendiciendo al Señor por la nueva casa. Con la fiesta del Tránsito de nuestro padre S. Benito el sábado 21 de marzo en nuestra Iglesia monástica, se inició la última etapa del “éxodo” que culminó el lunes 30 del mismo mes con la entrada de todos los monjes, después de una semana de trasteo. Nuestro saludo de Pascua durante los tres años, tres meses y tres días que vivimos en Aguas Claras siempre incluyó el buen deseo: “el año próximo en Guatapé”, lo que se hizo realidad, gracias al Señor y a todas las personas que nos han ayudado, con la gozosa celebración pascual del año 98 en la Casa de Dios que ahora habitamos en Quebrada-arriba, Guatapé.
El 31 de Julio de 1999 el Monasterio fue erigido en Abadía, por decreto de la Curia General de la Congregación de Subiaco. Durante la visita canónica realizada entre el 28 de agosto y el 4 de septiembre, el 31 de agosto, se hizo la elección del primer Abad en la persona del P. Guillermo L Arboleda T, quien recibió la bendición abacial en la eucaristía presidida por el Obispo Diocesano, Flavio Calle Zapata, el 14 de septiembre del mismo año, contando con la presencia del Abad Presidente de la Congregación de Subiaco y de los Abades Visitadores de la mayoría de las provincias, que realizaron en nuestro monasterio su segundo Consejo anual de Visitadores.

El día 5 de noviembre del año 2005 tuvo lugar la solemne dedicación de la iglesia monástica, a cargo del obispo diocesano de ese momento, Monseñor Ricardo Tobón Restrepo. En el sepulcro del altar fueron depositadas ese día las reliquias autenticadas de algunos santos y beatos entre ellos, Santa Laura Montoya (que entonces era Beata); el Beato Carlos Rodríguez, laico puertorriqueño; la Beata Gabriela Sagheddu, monja trapense italiana; y algunos santos y beatos de los Padres Pasionistas incluidos los Beatos mártires de Daimiel.

El Abad Guillermo León Arboleda fue nombrado Abad Administrador del Monasterio Santa María de la Asunción de Envigado el 22 de octubre de 2014, y continuó a la vez como Abad de Guatapé. El 30 de agosto de 2015 fue elegido Abad de Envigado por los monjes de Santa María de la Asunción, y quedó como Abad administrador de Guatapé. Y finalmente el 22 de septiembre de 2016, en el Capítulo General de nuestra Congregación Sublacense-Casinense, fue elegido Abad Presidente de la Congregación con residencia en Roma.
El P. Humberto Rincón F., fue nombrado Prior Administrador de Guatapé, el 8 de noviembre de 2016 y permaneció en este servicio hasta el final de 2017. El 5 de enero de 2018 fue elegido segundo abad de nuestro monasterio, recibiendo la bendición abacial el 10 de febrero del mismo año, en la fiesta de Santa Escolástica, en ceremonia presidida por Monseñor Fidel León Cadavid Marín, obispo de nuestra diócesis de Sonsón-Rionegro.

Presentamos a continuación una síntesis del espíritu que anima nuestro camino de seguimiento del Señor, desde la fundación del monasterio en Usme, y que queremos continuar viviendo en Guatapé.
¿Quiénes somos?
Los monjes Benedictinos somos un grupo de hombres cristianos, que, respondiendo al llamado del Señor, hacemos de la búsqueda de Dios la finalidad específica y exclusiva de nuestra vida. Nos dedicamos a la oración, la “Lectio Divina”, al estudio y al trabajo, en un ambiente familiar de vida común, estables siempre en el monasterio, y abiertos a la acogida y hospitalidad a todos los hermanos.
La oración ocupa un lugar privilegiado en nuestra vida. Nuestro fundador S. Benito nos dice en la Regla: “ Creemos que Dios está presente en todas partes… pero sobre todo debemos creerlo sin la menor vacilación cuando asistimos al oficio divino” (RB 19,1-2). Esta convicción, y la invitación del Señor a “orar siempre y sin desfallecer”, marcan el ritmo de plegaria y alabanza en la comunidad monástica. Junto al esfuerzo por orar continuamente y transcurrir toda la jornada en presencia de Dios, tienen importancia fundamental los diversos momentos de la oración litúrgica-comunitaria y la Eucaristía que es, sin duda, el centro de la jornada.

Leemos igualmente en la Regla Benedictina que “a ciertas horas deben los monjes ocuparse en la Lectio Divina” ( RB 48,1), y que han de “escuchar con gusto las lecturas santas”(RB 4,55). Parte importante de cada jornada está dedicada a la “lectura orante” y la reflexión de la Palabra de Dios. Esta actividad básica en la vida del monje es lo que se conoce como “Lectio Divina”, expresión latina cargada de significación en la tradición monástica. Y junto a la “Lectio”, el estudio ocupa también su renglón de importancia, como medio de profundización en el conocimiento de la Sagrada Escritura, de la tradición patrística y monástica, de la realidad del mundo y de la historia.
Para colaborar con Dios en la obra creadora, y para atender a nuestro sostenimiento, los monjes nos dedicamos durante varias horas cada día al trabajo manual en el interior del monasterio (apicultura, arte-artesanías, trabajos del campo, etc) , y atendemos igualmente a todos los oficios domésticos (cocina, lavandería, limpieza). Ya lo dice S. Benito, igual que de la “Lectio”: “En determinados tiempos deben los monjes ocuparse en el trabajo manual”( RB 48,1); y da tal importancia a las ocupaciones materiales, como elemento fundamental en la búsqueda de Dios, que afirma :” Pues entonces son verdaderos monjes cuando viven del trabajo de sus manos, como nuestros padres y los Apóstoles” (RB 48,8).
Oración, “Lectio”, estudio, trabajo, orientados por entero a la búsqueda de Dios, exigen un ambiente que posibilite esta actitud permanente de escucha y diálogo con El. Es por ello que tienen importancia central el retiro, la soledad y el silencio.
Así mismo, como ayuda a la radicalización de la fraternidad entre los que formamos la familia monástica, e igualmente como condición de disponibilidad para la acogida a los hermanos, la estabilidad (en la comunidad y en el monasterio) tiene especial valor en nuestra vida.
Pero el retiro, la soledad y el silencio no significan ruptura de la comunión eclesial, al contrario, disponen para una actitud profunda de escucha y acogida del hermano. En la Regla Benedictina leemos también: “ A todos los huéspedes que llegan al monasterio recíbaseles como al mismo Cristo” ( RB 53,1). El monasterio está abierto para todos los que vienen a buscar un ambiente de silencio y oración, ya sea durante una jornada, o por varios días en la hospedería. “Acogidos los huéspedes lléveseles a orar…léase en presencia del huésped la Ley Divina para se que se edifique” ( RB 53,8-9). Es también mediante la acogida y hospitalidad que los monjes llevamos a cabo nuestro servicio eclesial de evangelización; y para poder realizar con intensidad cada uno de los elementos que conforman nuestra vida monástica, y acoger a los que llegan, no tenemos ningún trabajo pastoral fuera del monasterio.
El horario de la jornada permite hacerse una mejor idea del ritmo propio de nuestra vida:
A.M.
4.00 Levantarse
4.30 Oración- Vigilias
5.45 Lectio Divina
6.45 Oración-Laudes
7.30 Eucaristía
Desayuno
9.00 Trabajo
12.00 Oración- Sexta
Almuerzo
Descanso
P.M.
2.00 Oración -Nona
2.20 Clases y/o trabajo
4.15 Estudio personal
5.15 Oración-Vísperas
6.00 Lectio Divina
7.00 Comida
Limpieza
Recreación
8.15 Oración-Completas
Descanso
A quien se siente llamado por El Señor a seguirlo por el camino monástico, la comunidad le ofrece su ayuda, mediante el siguiente proceso de integración :
– Un tiempo de mutuo conocimiento a través de algunas estadías en el monasterio, espaciadas una de otra, y crecientes paulatinamente hasta una experiencia de tres meses continuos compartiendo la vida con los monjes. Este contacto entre la comunidad monástica y el hermano que toca la puerta del monasterio, aporta elementos valiosos para el discernimiento inicial .
– Después del tiempo dedicado a este discernimiento previo al ingreso, se inicia la etapa del postulantado que tiene un año de duración, y con el cual se comienza propiamente la experiencia monástica en forma continua compartiendo de lleno la vida con la comunidad .
– Con el rito de iniciación monástica se empieza el noviciado, que dura entre año y medio y dos años, tiempo dedicado al estudio de la Regla, la historia, la tradición y la espiritualidad del monacato, y que posibilita al hermano el discernimiento en orden al compromiso con El Señor mediante la profesión monástica.
– Al término del noviciado se hace, entonces, la profesión temporal, por tres años, tiempo éste en el cual se continúa el esfuerzo de profundización en las fuentes monásticas, y se atiende también a la formación teológico-patrística.
– Con la profesión solemne y consagración monástica se llega al momento del compromiso definitivo: Promesa de vivir para siempre como monje en el seguimiento de Jesús. En la Regla de S. Benito leemos: ”El que va a ser admitido, prometa delante de todos en el oratorio estabilidad, vida monástica y obediencia” (RB 58,17). Este compromiso incluye los tres votos tradicionales (castidad, pobreza y obediencia) y todas las demás implicaciones de la vida del monje, tal como son señaladas en la Regla y como las ha subrayado la tradición monástica. La estabilidad significa la vinculación a la comunidad y la radicación en el monasterio para toda la vida.
Llegados a este punto, vale la pena aclarar lo siguiente: El monasterio no es una casa de formación sacerdotal. El hermano que ingresa viene a ser monje, a vivir “tomando por guía el Evangelio” , como nos dice S. Benito desde el prólogo de la Regla, en el ritmo de vida anteriormente descrito. Todos los hermanos de la comunidad reciben igual formación monástica y teológica, con las necesarias adaptaciones a las posibilidades y al proceso de vida de cada uno. Cuando la comunidad ve necesaria la presencia de otro hermano sacerdote, llama a la ordenación presbiteral a cualquiera de los monjes en quien, después de ponderado discernimiento, se perciben signos claros de vocación para el ministerio ordenado. Los monjes-sacerdotes viven su ministerio al interior de la comunidad monástica, y su ordenación no fundamenta ningún régimen de excepción en cuanto a observancias se refiere, al contrario, de ellos dice S. Benito que han de dar a todos mayor testimonio de humildad. El hermano que ingresa debe discernir, pues, con mucha claridad desde el comienzo sobre su libertad interior frente a toda “expectativa sacerdotal”.