La lectura del profeta Isaías que hemos proclamado, es muy importante esta noche: fue la primera lectura de las Vigilias que acabamos de celebrar, uno de los cánticos del tercer nocturno de las mismas Vigilias y, ahora, la primera lectura de la Eucaristía. Ésta, servía para la celebración de la entronización de un nuevo rey. Todo eran buenos deseos, sueños no cumplidos en la realidad.
Los títulos que se le dan al nuevo rey se le aplicaron a Jesucristo, el verdadero Rey, y no ya como una promesa, sino como algo realizado en él.
Y en su realidad de Dios encarnado, semejante a nosotros menos en el pecado, tuvo un comienzo, un crecimiento, una maduración.
Hoy celebramos su nacimiento. Todos esos títulos se le aplican al recién nacido, pero tendrán su plena realización en la vida adulta. Su entronización sucede en la cruz-resurrección. Ahí es reconocido definitivamente como Mesías, como salvador.
Acerquémonos brevemente a lo que podrían significar esos títulos:
- Maravilla de Consejero: El nuevo rey, es un hombre sabio por excelencia. Sin esa sabiduría no puede gobernar a un pueblo. El recién nacido, en un portal, en un establo, es nuestro consejero: nos enseña con su vida la humildad y la pobreza como actitudes fundamentales para reinar. Contrapuestas a la soberbia y la riqueza material, el lujo y el derroche.
- Dios guerrero: Pero sin un ejército ni una defensa. El único ejército que aparece es el ejército celestial que alababa a Dios, diciendo: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. Sus armas son, entonces, la alabanza y la glorificación, la remisión al único soberano; y la paz como consecuencia de la manifestación del amor de Dios.
- Padre perpetuo: Nos puede parecer extraño este título de PADRE aplicado a Jesucristo, pero ya nuestro padre San Benito lo conoció y lo plasmó en la Regla para Monjes: el abad debe tomar conciencia de que se le llama con ese nombre, abad o padre, porque hace las veces de Cristo, representa a Cristo que cuida de cada uno de nosotros, es nuestro superior en el sentido de que ha venido a servirnos y a dar la vida por nosotros, como Padre cuida de nosotros, está pendiente de todos los detalles de nuestra vida.
- Príncipe de la Paz: Es el título que más mencionamos estos días: su nacimiento en pobreza despierta en todos, creyentes y no creyentes, sentimientos de amor, de ternura, de fraternidad, de alegría, porque hay indicios de que la paz es posible gracias a él. Será príncipe de la paz sobre todo en su pasión, en la manera cómo la afronta: sin resistencia al enemigo, con paciencia y esperanza, con mucho perdón y deseos de reconciliación, orando por los enemigos, disculpando su actuación, y sobre todo poniendo todo en manos del Padre Dios que es el que tiene la última palabra en su causa.
Todo esto que estamos diciendo no se puede quedar en una simple contemplación teológica del misterio que estamos celebrando, debe tener unas consecuencias para nuestra vida, por eso la segunda lectura, tomada de la Carta a Tito, nos exhorta a renunciar a una vida disoluta y sin religión, viviendo como si Dios no existiera y a llevar ya desde ahora una vida sobria y honrada a la espera de la manifestación definitiva de nuestro Salvador practicando las buenas obras.
Celebremos ahora el banquete de la Eucaristía, el banquete de la vida que Dios nos ofrece por el nacimiento, vida, pasión y muerte del que está vivo y nos sigue comunicando su vida.
H.R.F.
Guatapé, diciembre 25 de 2024